HOMILÍA DOMINGO VI PASCUA-A (14 mayo 2023) Jn 14, 15-21
Como creyentes nos pasamos el tiempo en el paseo que une la vida y la Palabra. Vivimos en este mundo donde nos pasan cosas que nos afectan, a las que intentamos dar explicación y que nos provocan preguntas. Y cargados de esa vida acudimos a la Palabra para encontrar luz en eso que vivimos, para hallar algo de sentido que nos haga permanecer en ese caminar. Para así volver a la vida, la misma de siempre, pero nosotros algo más iluminados y sostenidos. Hasta que reemprendamos una vez más el camino que nos hará cruzar de nuevo el paseo hacia la Palabra para así repetir un ir y venir continuo de la vida a la fe, de la fe a la vida. Cuando contemplamos nuestro contexto podemos descubrir algunas experiencias internas vividas por muchas, muchas personas. ¿Tiene la Palabra algo que decir a todas estas realidades profundas padecidas por muchos de nuestros contemporáneos? ¿Emana de esta Palabra alguna promesa de esperanza? Vamos a verlo.
Da la impresión que vivimos en un mundo de soledades. Mientras más facilidad tenemos para estar conectados, para comunicarnos con los más lejanos, para poder hablar con los que incluso tienen una legua diferente, paradójicamente, nos sentimos más solos. La gente nos habla, nos envuelve el ruido, hacemos cosas, vamos de un lado para otro pero de la piel hacia dentro nos sentimos solos. A ese grito de soledad hoy la Palabra nos ofrece una promesa: «Un Defensor que está siempre con nosotros». Nos dice que estamos acompañados por alguien que nos custodia, nos guarda y nos protege.
Pero también pareciera que vivimos en el mundo de la mentira. Hemos hecho tantas promesas que no se han cumplido que toda promesa ha dejado de tener fuerza. En determinados ámbitos la mentira se ha asumido con toda normalidad como instrumento de trabajo. Se habla a sabiendas de que lo que se dice no es posible y no pasa nada. Y escuchamos la mentira sabiendo que lo es, y tampoco pasa nada. Y ante esta situación la Palabra nos habla del «Espíritu de la verdad». Un Espíritu que nos ofrece la promesa de la honestidad frente a la mentira. Es posible soñar con ser honesto con uno mismo, con ser lo que se es de forma sencilla y auténtica. Ser honesto con lo que buscamos y con las motivaciones que nos hacen buscar. Ser honestos en nuestras relaciones con los otros.
Junto a la soledad y a la mentira pareciera que el vacío también abundara. Vivimos en un mundo de apariencias, donde existieran preciosas cajas de regalos vacías por dentro. Y nos encontramos con tanta gente guapa, con cuerpos bien cuidados y bellamente tatuados, con caritas preciosas que esconden un vacío enorme. El suicidio es la primera causa de mortalidad entre los jóvenes, por encima de los accidentes de tráfico. Y ante tanto vacío la Palabra nos dice: «El Espíritu mora en nosotros». Él, en expresión de la secuencia, es el «dulce huésped del alma». Nuestra casa no está vacía, está habitada.
Por último, pareciera que se ha perdido la ternura (la madre) y los límites (el padre) y nos sintiéramos huérfanos. La hermosura del sexo se ha sustituido por una iniciación a él a edades muy tempranas y con modelos violentos. La libertad se vive como una falta de límites de cualquier tipo. ¿Cómo siendo tan fácil tener tantos orgasmos y hacer lo que queremos en cualquier sentido nos sentimos tan malitos y tan huérfanos? Pero si así te sintieras escucha la Palabra: «No os dejaré huérfanos».
Pepe Ruiz Córdoba