Sed mansos y humildes, nos dice el Señor. Para acercarnos a Él, hemos de dejar fuera de nosotros la soberbia, esa lacra que tanto mal nos hace a nosotros y a todos los hombres. Si queremos amar a Jesús de verdad, si realmente queremos ser de los suyos e identificarnos plenamente con Él, seamos sencillos y humildes de corazón. En todo momento y en todo lugar. Reconozcamos que somos poca cosa y que solamente podemos superar nuestra pequeñez si nos aferramos a Él con todas nuestras fuerzas. Así comprenderemos cuán grande es su amor.
Cristo, estás clavado en la cruz. Eres inocente, sí, pero aceptas entregar tu vida por cada uno de nosotros. Este madero que hoy está físicamente