Para todo, el amor. Siempre el amor. Los cristianos hemos sido bautizados en el amor de Cristo, que se entregó por nosotros. Tenemos encomendada la misión de sembrar de amor el mundo. Para curar las heridas de la insolidaridad, de los enfrentamientos, de las miserias de los propios humanos. Solamente el amor, que es entrega desinteresada, puede transformarnos cual bálsamo que cura todos los males.
No es admisible practicar la caridad con tristeza. Ni con desgana. Ni por compromiso social. Hay que poner en ello alegría, ilusión, entrega. Porque eso