Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

LA CASA ENTRAÑABLE DEL AMIGO

Lc 10,38-42

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo C

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¡AUMÉNTANOS LA FE!

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LA CASA ENTRAÑABLE DEL AMIGO

Marta lo recibió en su casa. Con esta sencilla frase, el Evangelio nos narra un gesto de hospitalidad que saca a luz toda una historia de amistad: Lázaro es un amigo del Señor; no es de los apóstoles, no le sigue por los caminos; vive con sus dos hermanas, Marta y María, en una pequeña aldea, Betania. Ellos, los tres, sin diferencia de sexo, son amigos del Señor y con ellos comparte Jesús una amistad entrañable: llora con ellos en los momentos tristes, como la muerte del hermano, y goza con su alegría al contemplar el gesto milagroso de la resurrección del amigo. Jesús entablará con Lázaro, Marta y María diálogos que quedan para nosotros como ejemplos de evangelización. En la escena del relato evangélico de hoy, en el diálogo entre Jesús, Marta y María, se trata uno de los temas de más actualidad de la vida espiritual: conjugar oración y acción, vida contemplativa y vida activa.

Ayudados por un comentario de la biblista Dolores Aleixandre, fijémonos en las dos hermanas, que son las protagonistas del relato evangélico de hoy. Son diferentes de carácter. Marta (que en hebreo quiere decir «señora») era la mayor de las dos y llevaba la dirección de la casa; era, tal y como aparece en el evangelio, una mujer decidida y un tanto dominante, un carácter duro y fuerte, poca amiga de sentimentalismos, honda en su fe y arisca en su expresión. María, mucho más joven sin duda, era exactamente lo contrario a su hermana.

Lucas nos presenta la escena doméstica de las quejas de Marta y la defensa de Jesús acerca del afecto de María. Jesús se acerca a la casa de sus amigos. Pero la acogida de las dos hermanas es diferente: Marta, la activa, la encargada de organizarlo todo, se preocupa de que no falte de nada… de que esté todo preparado para la comida de amistad. María, sin embargo, se queda a los pies del Señor, escuchando al Maestro. Y surge la tensión entre las dos hermanas: la activa Marta y la contemplativa María.

Marta recrimina a Jesús: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano. Jesús capta la queja. Y el Maestro llama la atención a Marta: Marta, Marta, en muchas cosas te afanas y sólo una es importante. ¡Tu hermana, ha escogido la mejor parte! No es que Jesús desprecie o minusvalore la actividad de Marta. Pero, sí quiere dejar claro que, a veces, la actividad es puro activismo, «muchas cosas», que no edifica a la persona ni a la comunidad. Jesús habla de la «parte mejor», un término frecuente en el Antiguo Testamento cuando se refiere a la heredad o lote de tierra que recibía en suerte cada tribu israelítica, excepto la tribu de Levi, dedicada a las funciones sagradas del Templo. Para el levita, su «parte», es Dios mismo. El Señor protege inmediatamente a quien se ha entregado a él. Esta es la parte mejor que ha escogido María.

El equilibrio entre oración y acción, entre vida contemplativa y vida activa, es difícil. Escuchar al Maestro, la oración, el encuentro gratuito es primordial en nuestro mundo moderno, motivado tan sólo por la efectividad, el bienestar, el progreso. Pero no confundamos esta actitud con una «evasión de los problemas del mundo». Marta y María forman, en sí mismas, las dos caras de la vida cristiana. En ella hay que conjugar acción y oración, contemplación y apostolado.

Alfonso Crespo Hidalgo

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