Es otro refrán arrancado a la Biblia. Se ha convertido en un dicho popular: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra…». La escena evangélica es gráfica: los letrados y fariseos presentan ante Jesús una mujer sorprendida en adulterio. Ellos, los representantes oficiales de la Ley, reclaman la opinión de Jesús: esta mujer, sorprendida en adulterio, según la ley debe ser apedreada ¿Tú que dices? Es una trampa perfecta: si Jesús defiende a la pobre mujer, se pone contra la Ley, si la deja apedrear traiciona su mensaje de misericordia.
Una Ley puramente externa, como la de los escribas y fariseos, convierte en reo sin remisión ni perdón a cualquier pecador público. Sin embargo, escapan a esta ley exterior los pecados íntimos del corazón. Jesús aprovecha la ocasión para darnos un ejemplo de comportamiento moral: su sabiduría es más profunda que la ciencia de los letrados. La respuesta de Jesús es magistral: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El Evangelio, con una agudeza psicológica excepcional, comenta como de pasada: Ellos al oírlo se fueron escabullendo uno a uno, ¡empezando por los más viejos!
El Maestro sitúa a los escribas y fariseos ante una novedad de la que Él es portador: la imagen de Dios que él predica, y que muestra con sus actuaciones, no es la de un Juez implacable, sino la de un Padre rico en misericordia. El Mesías, que está ya entre ellos no es el caudillo de la espada y el castigo, sino un mensajero de paz que nos trae el perdón de Dios. La escena sigue con cierto dramatismo. La mujer y Jesús quedaron frente a frente: la pecadora y el Único que podía apedrearla. No se detiene Jesús en calibrar la gravedad del pecado de aquella mujer adultera y aplicar una ley implacable. Deja claro la gravedad del pecado, pero ofrece otra sentencia: Jesús se rige por una «Ley nueva, una ley escrita en el corazón», que propone el arrepentimiento y el perdón como alternativa al juicio despiadado y la condena.
Jesucristo nos anuncia un Dios de entrañas de misericordia. Y su ley no es una ley escrita en «corazón de piedra sino aceptada y vivida en corazones de carne». Esta es la novedad que nos trae este nuevo Maestro, y que ya anunció el profeta Isaías en la primera lectura: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Esta novedad de la salvación anunciada en Jesucristo se traduce en el perdón y la misericordia de Dios Padre, que se hace visible en la presencia de su Hijo que viene a salvarnos. El desenlace de la escena es sorprendentemente nuevo. Pregunta a la pecadora: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado? Ella, sin levantar la mirada: Ninguno, Señor. Y Jesús, el único libre de pecado, el único justo, emite sentencia., si nadie te ha condenado, yo tampoco te condeno. Vete en paz y no peques más.
Ante esta lección magistral de Jesús, sólo sabe el silencio lleno de admiración y agradecimiento. O quizás, un fuerte aplauso. De este Maestro, san Pablo dirá: todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de Dios y se apoya en la fe: la ley del amor.
Tuit de la semana: Nos brota espontáneo condenar a otro; perdonar, requiere más esfuerzo. Si miro mi propio pecado ¿no seré más comprensivos con el ajeno?
Alfonso Crespo Hidalgo