Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

¡Salve, Estrella de los Mares!

Mt 12,46-50

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

Ciclo C

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¡Salve, Estrella de los Mares!

No hay pueblo sin su Virgen. Y el amor sencillo de nuestras gentes incluso las hacen rivales, queriendo cantar la belleza y devoción de una patrona comparándola con la del pueblo vecino. Pero, bien sabemos todos que María es única: es la Madre del Señor y nuestra Madre. Pero como a toda madre, los ojos de los hijos que la contemplan, la hacen maravillosa, única, y la convierten en propiedad: mi Madre, mi Virgen, mi Patrona.

En un pueblo creyente, la fe se celebra unida a las tradiciones populares. Incluso podría decirse que la fe crea la tradición. Y sus expresiones externas expresan el sentimiento religioso y el modo de ser de cada pueblo. Intentar eliminar las raíces cristianas de nuestros pueblos y sus tradiciones, dejan su historia a la intemperie de las modas y el olvido.

Hoy, el pueblo creyente, sobre todo el que vive volcado al mar celebra a la Virgen del Carmen. Muchos malagueños se apresuran a llevar flores para la Reina de los Mares, que se pasea como «señora marinera» a lo largo de nuestras costas: de Manilva a Maro, del Palo a Huelin, acompañada por las barcas que detienen su faena y encienden sus lámparas para alumbrar la noche. La luna, rivaliza con los luceros, pero la noche sólo tiene una Estrella: la Virgen del Carmen, «estrella de los mares», hace palidecer las constelaciones del cielo. Incluso se adentra en pueblos del interior para decirnos que ella es la mejor «abogada de una buena muerte». Pero ella, hoy, es sobre todo es la reina de cada puerto, que la acoge como su huésped ilustre.

La Orden Carmelitana extendió la devoción a la Virgen del Carmen por toda la geografía católica. La Sagrada Escritura celebra la belleza del Carmelo, un monte donde el profeta Elías defendió la pureza de la fe de Israel en el Dios vivo. En el siglo XII, algunos eremitas se retiraron a aquel monte, constituyendo más tarde una Orden dedicada a la vida contemplativa, bajo la patrocinio de la Virgen del Carmen. Este es el origen remoto de la Orden religiosa de los Carmelitas, reformada después por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz

Esta advocación es de una popularidad grande entre los pueblos que miran al mar. Quizás muchos de nosotros hemos asistido a esa procesión solemne y sencilla de la Virgen del Carmen que portada por la fe de los hijos de la mar adentran a su Patrona en las aguas para que las amanse y bendiga y para que las haga fecundas para la pesca. La fe de un pueblo se hace tradición popular.

 La Virgen Carmen se asocia al escapulario, que recuerda el hábito carmelita. Es un signo exterior de la relación especial de alianza que se establece entre María y sus devotos hijos: es como ese anillo de bodas que recuerda la alianza matrimonial. El escapulario nos hace presente la protección continua de la Virgen sobre nosotros, a lo largo del camino de la vida; y como un símbolo nos recuerda que la devoción a la Virgen no es algo puntual, sino como «un hábito», es decir una «forma de vivir»: confiando en el amor de una Madre, que nos lleva hasta el inmenso amor de su Hijo.  

Por Alfonso Crespo Hidalgo

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