Los santos nos han dado innumerables ejemplos de que la vida de los creyentes es una permanente carrera hacia el encuentro con Dios y con los hermanos. Estamos llamados a caminar, sin desfallecer, para alcanzar la meta y, con ella, el premio que se nos ha prometido. No desfallezcamos, aunque encontremos muchos inconvenientes en el camino. Vayamos veloces y alegres, porque ni siquiera el cansancio de nuestra naturaleza humana será capaz de privarnos del gozo de ser amigos del Señor.
A menudo, nuestra lengua y nuestro comportamiento se muestran muy rápidos en enjuiciar lo que hacen los otros. Poca misericordia hay en nuestros corazones cuando