Los pobres nunca son una carga para un cristiano. Dios nos lo ha dejado dicho por activa y por pasiva: el pan que dais a un hambriento me lo dais a mí, cuando consoláis a quien está afligido, a mí me consoláis, si vestís a un desnudo, me estáis vistiendo a mí… No busquemos interpretaciones interesadas a la hora de servir a los más necesitados. Porque es Cristo quien está en cada persona pobre, desvalida, triste, hambrienta, desnuda, presa… Y lo que a cada una de ellas hacemos, es a Dios mismo a quien se lo hacemos. Por eso es tan agradable para los creyentes auténticos ser servidores de los pobres.

Foto: J. Serrano Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos Adviento II (Mateo 3, 1-12) Los medios de comunicación nos saturan





