El apego al dinero y a las cosas terrenales que con él se compran no llenan nunca de satisfacción a quienes buscan la auténtica felicidad. Más bien al contrario: en el culto que a menudo tributamos a las riquezas de este mundo se esconde nuestro propio fracaso como personas libres de ataduras. Esto es el principio de todos los males de la humanidad, ya que sustituimos al Dios del Amor por los dioses del materialismo.
Acercarnos a comer el cuerpo de Cristo nos tiene que llevar a compartir mucho más de lo que compartimos. Empezando por abrir nuestro corazón a