Postrarnos junto al sagrario, donde está Jesús, para acompañarle, sentir su presencia, contarle nuestras penas, inquietudes y deseos. Hablar con Él, de amigo a amigo, para que, en su bondad, nos eche una mano en nuestras tribulaciones. Los cristianos tenemos la dicha de contar con el más fiel amigo, siempre cerca de nosotros. Si le visitáramos más, seguramente nos sentiríamos más felices, porque siempre salimos reconfortados tras pasar un rato con Él.
Vivir la fe de forma tibia, poco valor tiene. El cristianismo no es un regalo que se nos haya dado para disfrutar de él en