No tengamos dudas: el Señor paga con creces. Siempre. Lo que hacemos por los demás, no queda sin recompensa. Nunca. Una palabra de consuelo, tiene premio. Un apretón de manos no es un gesto inútil. Un vaso de agua a quien tiene sed, no es una acción baladí. Ceder el asiento en el autobús a otra persona conlleva recompensa. Porque todo, hasta lo más insignificante que hacemos con los demás es tenido en cuenta por Él.
Cristo, estás clavado en la cruz. Eres inocente, sí, pero aceptas entregar tu vida por cada uno de nosotros. Este madero que hoy está físicamente