Hacer bien al otro, al prójimo, sea éste cercano o desconocido, es lo correcto. Y hacerlo por amor, desinteresadamente, sabedores de que es lo que mantiene vivo el Espíritu que nos mueve a ello. Porque la fe que hemos recibido nos obliga a ello. Toda la enseñanza del Evangelio está resumida en una palabra: amar. Y quien ama lo hace no de palabra, sino con hechos.

Normal es que, en ocasiones, nos sintamos desanimados para seguir bregando en la tarea diaria de ser mejores servidores de Dios y de los hermanos;





