Si no estamos en paz con nosotros mismos, difícilmente podremos actuar como pacificadores de los otros. Porque únicamente quien vive interior y exteriormente en paz puede sembrarla en su entorno. Ahora que se habla tanto, a menudo de forma equivocada, sobre la paz, es momento de que examinemos si nuestro interior está sosegado. Lo que sintamos internamente podremos sacarlo al exterior para mejor servicio a los demás.
Los halagos de los hombres no deben ser nuestra preocupación nunca. Porque a quien tenemos que complacer es a ti, Señor nuestro. Tú nos pides