Cristo nos ha enseñado que no existe mayor amor que el dar la vida por la persona amada. Él murió por cada uno de nosotros, dándonos ejemplo. Cuando uno se entrega por completo, entregando, incluso, la propia vida, está realizando el mayor acto amoroso. A esto tenemos que llegar, si queremos parecernos en algo a lo que debe ser un cristiano como es debido. Darnos por completo, sin quedarnos nada para nosotros.
La sociedad en la que estamos inmersos necesita personas humildes, serviciales y honestas. Sobran los soberbios que se consideran superiores a los demás. Por desgracia,