Orgullosos nos sentimos porque María, mujer sencilla y humilde, de la estirpe de los hombres, ha sido coronada por Dios. Es nuestra Madre y nuestra Reina. Nuestra permanente protectora. Acudamos a ella siempre, necesitados o no. Porque seremos atendidos en todo momento. Nunca nos sentiremos solos. Ni siquiera cuando nos encontremos en las horas más tenebrosas de nuestra vida.
Quienes triunfan ante Dios no son los más guapos. Ni los más ricos. Ni los más sabios. Los que están más cerca de Él son