Somos dados a posponer las buenas acciones y mejorar nuestra forma de vida para hacerla compatible con los mensajes del Evangelio. Somos perezosos, aunque no lo queramos reconocer. Hay que plantarse y decirnos a nosotros mismos que tenemos que actuar ya, que no vale el dejarlo para más adelante. El tiempo de las promesas y los buenos deseos tiene que ser superado por la hora de la acción.
Debemos practicar más la virtud de la paciencia. Porque las prisas, el nerviosismo, el ansia por llegar antes que otros y superar a los demás