Estar en paz con Dios es vivir con alegría la fe del Evangelio. Esto no es posible ocultarlo. Porque se transmite a los demás automáticamente. No se enciende la luz para que no alumbre, sino para que ayude a ver con claridad lo que nos rodea. El creyente que es fiel a su fe irradia en su entorno una claridad de la que pueden beneficiarse todos los que la ven. Esa debe ser nuestra aspiración: que demos testimonio de lo que somos. Que vean que seguimos al Maestro.
La misericordia de Dios es infinita. El mayor de los pecadores puede, con toda confianza, acudir a pedirle perdón, pues, si el arrepentimiento es sincero,