Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Santoral

Beata María Dolores Rodríguez Sopeña

Beata María Dolores Rodríguez Sopeña

La beata María Dolores Rodríguez Sopeña nació en 1848 en Vélez Rubio (Almería) y murió en Madrid en 1918. Por el destino profesional de su padre, que era magistrado, se vio obligada a vivir en diferentes lugares de Hispanoamérica y España. A los diecisiete años, viviendo en Almería, descubrió que lo que más le interesaba era ayudar a los demás. Atendió a los pobres, a un leproso y a dos enfermas de tifus. En Puerto Rico acudía a la cárcel de mujeres, al hospital y a las escuelas dominicales, donde colaboraba en la enseñanza de la doctrina católica y en ayudar a los necesitados. En Santiago de Cuba trabajó en los barrios periféricos y fundó centros de instrucción para enseñar cultura general, impartir el catecismo y prestar asistencia médica a los más pobres, que eran los negros y los mestizos. Fundó el Instituto de las Damas Catequistas y la Obra de la Doctrina. Fue beatificada por san Juan Pablo II en 2003. Su espiritualidad tiene cuatro rasgos especialmente relevantes: es una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e ignaciana. Su vida es un «hacer constante», pero es un hacer de quien tiene viva la conciencia de ser un instrumento en manos de Dios. Esta experiencia desarrolla en ella una confianza tal que la hace ser muy audaz, capaz de allanar obstáculos y desarrollar un apostolado sumamente arriesgado para una mujer de su tiempo.

Otros santos del día:

• En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Melquíades, papa, oriundo de África, que conoció la paz concedida por el emperador Constantino a la Iglesia, pero víctima de los ataques de los donatistas, se distinguió por sus esfuerzos encaminados a obtener la concordia († 314).

• En la Tebaida (hoy Egipto), san Pablo, eremita, uno de los primeros en abrazar la vida monástica († s. IV).

• En la ciudad de Nisa, en la región de Capadocia (hoy Vedsehir, en Turquía), san Gregorio, obispo, hermano de san Basilio el Grande, admirable por su vida y doctrina, que, por haber confesado la recta fe, fue expulsado de su sede por el emperador arriano Valente († antes del año 400).

• En Jerusalén, san Juan, obispo, que en tiempo de la controversia acerca de la doctrina ortodoxa trabajó denodadamente en favor de la fe católica y de la paz en la Iglesia († 417).

• En la ciudad de Die, en la región de la Galia Vienense (hoy Francia), san Petronio, obispo, que antes había abrazado la vida monástica en la isla de Lérins († Después del año 463).

• En Constantinopla (Estambul, hoy en Turquía), san Marciano, presbítero, que se distinguió en la ornamentación de las iglesias y en la ayuda prestada a los pobres († 471).

• En la ciudad de Limoges, en Aquitania (hoy Francia), san Valerio, que llevó vida solitaria († s. VI).

• En Melitene, ciudad de Armenia, san Domiciano, obispo, que trabajó con ahínco en la conversión de los persas († hacia el año 602).

• En Roma, en la basílica de San Pedro, san Agatón, papa, que mantuvo íntegra la fe ante los errores de los monotelitas y promovió la unidad de la Iglesia convocando sínodos († 681).

• En la región de Viviers, cerca del Ródano (hoy Francia), san Arconte, obispo († hacia los años 740-745).

• En el monasterio de Cuixá, en los Pirineos (hoy Francia), san Pedro Urseolo, el cual, siendo dux de Venecia, se hizo monje, distinguiéndose por su piedad y austeridad, y viviendo en un eremitorio cercano al monasterio († hacia el año 987/988).

• En el monasterio de Cava, en la Campania (hoy Italia), beato Benincasa, abad, que envió cien monjes a Sicilia para restaurar la vida regular en el abandonado cenobio de Monreale († 1194).

• En la ciudad de Bourges, en Aquitania (hoy Francia), san Guillermo, obispo, que, deseoso de soledad y meditación, se hizo monje en el monasterio cisterciense de Pontigny. Más tarde fue abad de Chaalis y, después, elegido obispo de Bourges, no abandonando nunca la austeridad de la vida monástica y distinguiéndose por su amor a los clérigos, a los cautivos y a los desgraciados († 1209).

• En Amarante, lugar de Portugal, beato Gonzalo, presbítero de Braga, que después de una larga peregrinación por Tierra Santa ingresó en la Orden de Predicadores y más tarde se retiró a una ermita, ayudando a construir un puente y trabajando en bien de los habitantes del lugar con su oración y predicación (†hacia el año 1259).

• En la ciudad de Arezzo, en la Toscana (hoy Italia), beato Gregorio X, papa, que, siendo arcediano de Lieja, fue elevado a la sede de Pedro, desde donde favoreció enérgicamente la comunión con los griegos, y para aplacar las divergencias entre los cristianos y recuperar Tierra Santa, convocó el Concilio II de Lyon († 1276).

• En Laurenzana, en la Lucania (hoy Italia), beato Egidio (Bernardino) di Bello, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que vivió encerrado en una cueva († 1518).

• En la ciudad de Arequipa, en Perú, beata Ana de los Ángeles Monteagudo, virgen de la Orden de Predicadores, que con sus dones de consejo y profecía se dedicó a promover el bien de toda la ciudad († 1686).

• En Perugia, ciudad de Italia, beata Francisca de Sales (Leonia) Aviat, virgen, que se dedicó con amor materno y sagacidad a la educación de las jóvenes y fundó las Oblatas de San Francisco de Sales († 1914).

• En Agén, Francia, Beata María de la Inmaculada Concepción (Adela) de Batz de Trenquelléon, fundadora de las Hijas de María Inmaculada († 1828).

(Del Martirologio Romano)

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