Si de verdad amamos a Dios, si nos echamos en sus brazos sin miedo, aceptando hacer su voluntad, habremos conseguido inmunizarnos contra las apetencias mundanas. Porque solamente en Dios encontraremos la felicidad plena. Amándole a Él, todo lo demás nos sobrará y nos resultará muy fácil desprendernos de lo que no tiene valor. No equivoquemos, pues, nuestra meta, que es la que nos lleva a amar a Dios y a los hermanos, pues ésta es la voluntad del Señor para los que quieren ser fieles a Él.
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Entregarnos del todo. Sin reservarnos nada para nosotros mismos. Entregarnos por completo a Dios y a los hermanos. Esto es lo que se nos pide
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No es lo más importante acumular sabiduría humana y tener amplios conocimientos sobre todas las materias. Aunque esto sea lo que cautive a los ojos
A ejemplo del Señor debemos nosotros amar a los demás. Él nos amó sin límite, hasta el extremo de dar su vida por nosotros y
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