La infinita misericordia del Señor le lleva a suavizar los sacrificios que nos supone el seguirle conforme nos tiene mandado. De esta forma, en un gesto paternal, nos cambia las cadenas por los brazos de la libertad que nos hace hijos suyos y servidores, por Él, de los hermanos. Dios no quiere nada malo para cada uno de nosotros, porque nos ama como padre bueno. Acojámonos siempre a su misericordia.
Como humanos que somos, con todas nuestras debilidades, tenemos nuestra sensibilidad a flor de piel y sufrimos cuando nos critican y nos enorgullecemos si nos