Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Camino, Verdad y Vida

Jn 14, 1-12

DOMINGO V PASCUA

Ciclo A

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HOMILÍA DOMINGO V PASCUA-A (7 MAYO 2023) Jn 14, 1-12

No sé, me da la impresión que la Última Cena no sería muy tranquila. ¿Cómo estarían esos muchachos para que Jesús les dijera: «No se turbe vuestro corazón»? Pues estarían muy turbados. Y Jesús, en medio de sus miedos, les invita a creer. Les habla de que se va a ir, es decir, de un momento de ausencia. Pero que será fructífero, porque ocupará el tiempo en prepararles un lugar donde todos podrán estar juntos más adelante, cuando él vuelva. Lo curioso es que Jesús piensa que ellos ya saben dónde va y cómo se llega. Pero Tomás, que ya sabemos cómo se nos parece, le dice que no saben ni lo uno ni lo otro. Es cuando Jesús se define de una manera verdaderamente hermosa: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Y responde a la pregunta de Felipe con una afirmación que escandalizaría terriblemente a sus contemporáneos: «Yo estoy en el Padre y el Padre en mí». ¡Qué fuerte! Y el que esto crea, no solo podrá hacer las obras de Jesús, sino aún mayores.

¡Ay, madre! ¿Nos podemos poner en la piel de esos muchachos? Están siguiendo a un pobre nazareno que no va a acabar bien; que los va a dejar de esa manera; que dice que va a venir de nuevo con poderío; que se cree Dios al que, además, llama Padre. Y les dice que tranquilos, que crean. Les pide que confíen en su palabra y en lo que han podido ver a lo largo del tiempo que han caminado juntos.

Cada uno de nosotros vive la fe de una forma singular y única. Pero muchos pueden que experimenten en su interior la convivencia de dos personajes contrapuestos: el de un «creyente» dispuesto a acoger los principios de la fe; y el de un «no creyente» que se resiste a aceptar lo que no puede demostrar. En muchos casos el «no creyente» permanece desaparecido y da señales de vida a raíz de determinados acontecimientos que nos afectan. Pero hay contextos sociales que lo alimentan. Vivimos en una sociedad para la que Dios es indiferente. Incluso pudiéramos vivir manifestaciones religiosas donde la divinidad pudiera estar tan representada como ignorada. La práctica religiosa cada vez es menor y a muchos les suena como a algo del pasado que provoca cierta risa cuando se rememora. A ello se le une que ha caído el tabú que nos impedía hacernos preguntas sobre lo religioso. Y quizás, de postre, hayamos experimentado cómo Dios no ha estado a la altura de nuestros deseos en algunas circunstancias. Y en ese contexto el no creyente cobra protagonismo. En ocasiones intentamos silenciarlo pero, sin darnos cuenta, inunda la vida y llega hasta el límite de nuestra consciencia. Hasta que un día nos atrevemos a decir que el edificio de nuestra fe está puesto en cuestión en muchos de sus aspectos.

Darse cuenta de todo ello provoca tanto miedo que pudiéramos caer en la tentación de «cerrar las puertas»: el mensaje convertirlo en doctrina incuestionable; alimentar la identidad oponiéndose visceralmente al que no cree; condenar al diferente; censurar como alta traición al que pudiera discrepar dentro de las propias filas; y sentirse en la superioridad de tener que salvar al que está perdido y equivocado. Y la verdad es que es una tentación, porque cuánta seguridad da una puerta bien cerrada. ¿Cuál sería la alternativa?

«Que no tiemble vuestro corazón». El corazón en ocasiones tiembla, si no que se lo digan a Jesús en Getsemaní. Luego, dándole su lugar al miedo, no podemos vivir a golpe de él en tiempos de incertidumbre. La turbación me puede visitar. Es una vecina

molesta; pero solo hay una manera de que se vaya: invitándola a entrar y tomar café un ratito. La alternativa a vivir de miedo es vivir de fe: «creed en Dios y creed también en mí». La fe es la experiencia vertiginosa de fiarse de la palabra de Jesús; de la sola palabra transmitida por otros que lo escucharon. Vivir de fe es aceptar la descripción de Jesús sobre sí mismo: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Es vivir caminando con la sensibilidad de Jesús. Es aguantar el malestar de la «deconstrucción», de que muchas verdades con minúsculas se vengan a bajo para que pueda resurgir de los escombros la Verdad con mayúscula. Y la vida. Es curioso, para alcanzar la vida de Dios tienes que arriesgarlo todo; solo si apuestas tu vida en su proyecto, con el miedo de poder perderla, puedes terminar ganándola.

Pepe Ruiz Córdoba

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