Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

La Trinidad en un mundo de soledades

Jn 3, 16-18

SANTÍSIMA TRINIDAD

Ciclo A

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La Trinidad en un mundo de soledades

HOMILÍA SANTÍSIMA TRINIDAD-A (4 junio 2023) Jn 3, 16-18

Este domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Y aún recuerdo cómo en la catequesis, después de grandes esfuerzos por parte del o de la catequista, viendo la cara que poníamos, terminaba diciendo: «Esto es un misterio». O el bello signo que se nos ofrecía con tres cerillas encendidas que una vez juntadas ardían con una sola llama. Pero a niveles de erudición superiores y más sofisticados los teólogos no han dejado de elaborar conatos de explicación de una verdad revelada que se explica más con el silencio que con la reflexión, aunque ésta sea imprescindible, siempre que nazca del primero. Y aquí estamos nosotros asintiendo al Misterio regalado en el aquí y ahora que nos ha tocado vivir.

Dios no se impone, sino que llama a la puerta. Dios ese ese medio divino en el que vivimos, nos movemos y existimos. Y un día no preciso llamó a la puerta de nuestra existencia y nuestra consciencia. Algunos le abrieron y solo le permitieron entrar en el vestíbulo de entrada; otros lo dejaron entrar hasta el salón; y algunos le permitieron visitar los lugares más reservados de la casa. Dios pega; si se le abre, entra; si entra marcha tras de nuestra libertad pasando por las puertas que le abrimos; y lo vamos descubriendo como dulce y desconcertante huésped del alma. Claro, en un mundo de soledades, creer en Alguien que habita y acompaña es una buena noticia.

Pero no sólo estamos en un mundo de soledades, sino de individualidades. En ocasiones, el mundo es como un gimnasio donde todos estamos juntos, a veces casi pegados los unos a los otros. Allí se comparten espacios, máquinas y hasta el sudor del que te cede el sitio que ocupa. Pero nadie se habla, porque todos están en lo suyo: su música, su postcast y su tabla de ejercicios. Y terminas conociendo lo más externo de los absolutamente desconocidos. Pues en nuestros «mundos gimnasios», Dios sabe a comunidad, a fraternidad, a familia, a grupo de íntimos. Dios son esas entrañas paternas y maternas que engendran al Hijo que se hace presencia eterna y universal en el Espíritu. Y nos toca de tal manera que lo comunitario no es sólo un objetivo, sino una necesidad. Una Iglesia que viva más la comunión, una comunidad cristiana más unida, una sociedad más justa no es sólo una tarea, es la condición que posibilita el crecimiento de todo ser humano.

Un mundo de soledades, un mundo de individualidades, un mundo de homogéneos. Tras tantos discursos de diversidad se esconde un profundo miedo a lo diferente. Nuestras fronteras están cerradas a los de fuera siempre que los de fuera no sean rubios y vengan del norte. Yo inmigrante me defiendo de los inmigrantes cuando he conseguido estabilidad en el país que primero me rechazó y después me dio los papeles. Todos los votos son buenos siempre que la papeleta sea de mi partido. Y en la Iglesia decimos que no somos nadie para juzgar a diferentes pero los sentenciamos para que no puedan comulgar, ni trabajar, ni ejercer ningún cargo de responsabilidad si se decidieran a vivir ejerciendo de diferentes. Y la Trinidad nos habla de diferencias que tienen vocación de que descubramos lo más rico de todos los otros.

Un mundo de soledades, un mundo de individualidades, un mundo de homogéneos, un mundo encerrado en los miedos. Por dentro estamos llenos de angustia y por fuera nos atemoriza la incertidumbre de la falta de horizontes. Sentimos miedo y nos defendemos cerrando las puertas. Para mantenernos íntegros acudimos a los

integrismos; para encauzar la libertad apostamos por los totalitarismos; para aliviar la angustia interna nos damos la mano con el consumismo. Y la Trinidad nos habla de un grupo muy cohesionado en su armonía que decide que el bienestar no es suficiente y emprende un «éxodo»: abre la puerta y deja el calor del hogar para lanzarse a lo desconocido, pone su tienda en medio del páramo de la intemperie, se aviene a sufrir la vulnerabilidad de no poder controlarlo todo. En un mundo encerrado en los miedos la Trinidad es una buena noticia mediada en la Iglesia.

En esta solemnidad, la Iglesia se acuerda especialmente de la vida contemplativa. Oramos por tantos hermanas y hermanos que nos recuerdan que todos tenemos algo de contemplativos. En un mundo de soledades, un mundo de individualidades, un mundo de homogéneos, un mundo encerrado en los miedos necesitamos una Iglesia «mística», una Iglesia del encuentro profundo con Dios y con los hermanos. Porque sólo una Iglesia «mística», alimentada y sostenida por el encuentro, emprenderá el «éxodo» para ser Iglesia en salida. Y allí, más allá de las puertas de la seguridad, podrá anunciar y encontrar lo que de Reino solo hay fuera.

Pepe Ruiz Córdoba

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