Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Del triunfo al olvido

Mt 26,14-27.66

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

Ciclo A

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Del triunfo al olvido

HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR-A (2 ABRIL 2023) Mt 26,14-27.66

Ella era así. Una mujer fuerte y arrolladora. Eran esos tiempos de la juventud en los que acompañaban las fuerzas y todo se llevaba con energía: el marido, la casa, los niños. El dinero no faltaba y se podía vivir con cierta holgura. Y los amigos en esa época siempre los había porque, como las piernas funcionaban, si te enfadabas con unos buscabas a otros. Era mujer que pisaba fuerte, demasiado fuerte. Lo mismo, porque en sus profundidades desconocidas era débil, su apariencia no era la de Jesús entrando humilde en Jerusalén subido en un borrico. Ella avanzaba por donde iba como Atila montado en poderoso caballo. Por donde pasaba ya no crecía la hierba de la amistad, porque escuchar, escuchaba poco; hablar también poco, sobre todo insultaba. Sus juicios siempre eran hirientes y su pensar desconfiado. Pero todo esto, ¿qué más daba? Había juventud, fuerzas, marido, hijos, buena economía, salud y poca consciencia. Todo se tapaba bajo una apariencia de poder.

Así transcurría el tiempo, pareciera que lento. Sí, lento pero imparable. Iban pasando los meses y los años. La vida pareciera inagotable, pero pasaban los días. El dinero seguía fluyendo con soltura, quizás mejor, porque se iban pagando las grandes deudas. El marido y los hijos seguían a su lado, pero el primero ya peinaba canas, y los segundos ya no eran niños, ni siquiera adolescentes. Los amigos seguían sin faltar, pero se aumentaba la lista de las enemistades. Y el pisar seguía siendo fuerte pero, sin querer caer en la cuenta, el camino avanzaba y todo tiene un fin.

Al final de su vida Jesús divisa Jerusalén. Allí acabará o comenzará todo. Es la hora decisiva y él decide afrontarla con humildad a pesar de que, al principio, fue aclamado por los que más tarde querrían su crucifixión. Y ella también comenzó a ver las murallas de la Ciudad Santa. El marido, después de una larga enfermedad, falleció hace unos años. Y sus hijos, que cada vez paraban menos en casa, decidieron independizarse: el mayo se fue a trabajar fuera, el pequeño comenzó a vivir con su pareja. Seguía habiendo dinero, pero también aumentaron las habitaciones vacías. Podía seguir viviendo con el poder del que va montado en caballo, pero ya no había con quienes discutir. Y los amigos…, ¿los tuvo alguna vez?

Ahora se la ve con su andador. Entra en los sitios como montada humildemente en un borrico. Los que antes la temían ahora la ignoran. Ya no pisa fuerte. Han pasado los días de ramos, de vítores, de aclamaciones. Ha llegado la hora de la pasión. Su cruz está hecha de deterioro físico, de pesadez mental, de soledad, de dificultad para afrontar por sí misma lo cotidiano de la vida. Sigue teniendo dinero, pero mendiga una palabra, una sonrisa, una caricia, una consideración. Son insultos solo son testigos de lo que fue, de un imperio venido abajo, de una casa venida a menos.

La vida está hecha de ramos, palmas y de cruces. Los tiempos de gloria se pueden atravesar a caballo o en borrico, con fantasías de poder o con realismo humilde. Los momentos de cruz, o se niegan o se asumen. Y así la vida es un Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. La vida es un transitar de lo alto a lo bajo, de lo hundido a lo exaltado. Y Jesús nos enseña a no ir a caballo, para que nuestros pies estén cerca del suelo, de la realidad, de la sensatez y la cordura. Pero también nos muestra cómo mirar hacia arriba, con esperanza cuando nos vemos clavados en lo bajo del dolor. Ella era así, y tú, ¿cómo eres?

Pepe Ruiz Córdoba

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