Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Desatadlo y dejadlo andar

Jn 11, 1-45

V DOMINGO CUARESMA

Ciclo A

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Desatadlo y dejadlo andar

Como a muchos la noticia le sorprendió lejos. Su amigo estaba enfermo. Esa persona amada con la que había compartido tanto junto a sus hermanas. Era su Betania. Los pronósticos eran preocupantes. Si le habían avisado es que… Esperó dos días antes de emprender camino, cuarenta y ocho horas de incertidumbre. ¿Por qué? ¿El peligro que corría al ir? ¿Una visión diferente de los acontecimientos? ¿Una forma más amplia y profunda de entender la vida?

La casa está llena de gente. Se hacen grupos. Jesús está entrando en la aldea cuando ya Marta es avisada y sale corriendo. ¡Qué emoción! Llena de lágrimas se alegra de que esté allí; le reprocha la tardanza y guarda dolorida la distancia; le expresa la confianza que tiene en su persona. María no se ha enterado. Se lo dice la hermana: “El Maestro está ahí y te llama”. Ella es así. Sale corriendo de tal manera que arrastra a la gente. Y sin pensarlo se echa a los pies de Jesús: más reproches y más confianza.

Jesús les invita a la fe, a que crean; ¡pero están tan afectados! Y llora con ellos. Para todos Lázaro ya huele mal. Pero él desea quitar la piedra del sepulcro. En voz alta habla con el que siempre vive en plena comunión. Van a realizar un signo de vida; quieren decirle a la gente que les rodea qué significa vivir. Vivir es creer; vivir es invertir la energía vital en algo que ni la muerte destruye.

“Lázaro, ven afuera”, le gritó . No te quedes dentro del sepulcro, de la muerte, de la increencia. Ven al afuera de la vida vivida desde Jesús y para el Reino. Y Lázaro salió con los pies y manos atados. “Desatadlo y dejadlo andar”. Dejadlo ir y que viva hasta que tenga que volverse a ir. Entonces, no lo atéis. El signo quiere invitar a todos a vivir creyendo para morir creyendo que seguimos en la Vida, pero ya con mayúscula.

¡La muerte! ¿Pensamos en ella? Evangelizamos nuestra sensibilidad, nuestra manera de mirar el mundo, nuestras conductas y actitudes. ¿Debiéramos evangelizar la muerte? Es decir, ¿la muerte conlleva una Buena Nueva?

Un día, cercano o lejano, alguien anunciará la muerte de un ser querido o la nuestra. Ese día todo lo nuestro quedará ahí, quieto e inmóvil. Ese día su ropa, su sillón, sus libros o su colonia permanecerán esperando al que nunca vendrá por ellos. Ese día lloraremos o nos llorarán. A partir de ese día comenzará un camino de duelo, de perplejidad, de llanto, de rebeldía, de preguntas… Ese día, quizás llorando como y con Jesús, tendremos que preguntar a la muerte: “Muerte, ¿qué eres?, ¿quién eres?, ¿qué significas?”. Ese día le preguntaremos a Jesús y él nos dirá: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Quizás ese día entendamos que vivir es morir; que la vida física es un proceso de desgaste donde en una primera fase abundan las fuerzas de crecimiento para, después, dar el relevo a la disminución. Entenderemos que sólo vive el que cree en algo; el que ha descubierto para qué abrió los ojos a esta existencia. Ojalá ese día descubramos que fuimos soñados por Alguien; que ese sueño se materializó en nuestra nacimiento; que a partir de ese momento comenzó un largo viaje hacia la comunión plena con una última parada: la muerte que lo disolvería todo para, siendo nosotros, convertirnos en Él. Ese día entenderemos que vivir es vivir en Jesús y para Jesús. “Ecce Homo”, esa persona que nos enseñó a descodificar el significado de la vida. “Morir sólo es morir; morir se acaba” si ya estabas muerto de dar tanta vida.

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