Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

La plenitud del discernimiento

Mt 5, 17-37

DOMINGO VI T.O.

Ciclo A

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HOMILÍA DOMNGO VI T.O-C (12 febrero 2023) Mt 5, 17-37

Lo mismo has tenido la experiencia de entrar en una casa desconocida y encontrarte desubicado hasta tal punto de que te puedes perder en ella. Si alguien te hubiera ayudado a situarte seguro que lo hubieras agradecido. De la misma manera cuando cada domingo nos acercamos a un evangelio el ejercicio de intentar comprenderlo en el conjunto de la obra nos viene muy bien. Recordad que este ciclo litúrgico tiene como evangelista de cabecera a Mateo. En su obra va a presentar una serie de sermones de Jesús que, como es obvio, no fueron dichos tal cual; sino que la tarea del evangelista es recopilar tradiciones y dichos de Jesús y darle forma. Uno de los más conocidos es el «Sermón de la Montaña». Que tiene una hermosísima introducción, las Bienaventuranzas. Que, como nos enseñan algunos que otros estudiosos de la biblia, son situaciones y actitudes que predisponen a acoger el evangelio. Jesús se daba cuenta que aquellos que eran pobres o lloraban por algún motivo eran más receptivos a su persona y a su mensaje. De ahí el felices los pobres o los que lloran porque, en su desgracia, están más abiertos al Reino. A continuación nos decía que los seguidores de Jesús éramos sal y luz; pero que esta hermosura pudiera derivar en la pérdida de dar sabor evangélico y de iluminar a los que nos rodean. Y hoy, ¿qué nos toca?

Jesús dice que los que le siguen no pueden ser como los escribas. Ellos han derivado en un «legalismo» que les da seguridad, pero que los hace intransigentes. Es como si necesitaran tener normas claras e inamovibles para poder controlar cada una de las situaciones que se pudieran presentar en la vida. Pero esa actitud ante la ley los paraliza en la letra, en lo más formal y externo; los hace intransigentes no solo con aquellos que no las cumplen, sino con los que desean superar solo la «letra» para llegar al «espíritu» que le da sentido y fuerza. Ese es la propuesta de Jesús, es una propuesta de avance, porque no ha venido a abolir la ley, sino a darle plenitud. Y, para ello, es necesario sustituir el «legalismo» por el «discernimiento». No todo está escrito en la letra, hay que afrontar la incertidumbre, porque cada situación contiene una serie de preceptos que hay que encontrar a tientas para saber cuáles son los caminos de Dios en esa situación concreta.

Entre los seguidores de Jesús de hoy sigue siendo una posibilidad caer en el legalismo. Es un hecho evidente. Pero lo es tanto, o más, que Jesús se encontraría, no tanto con el peligro del legalismo, sino del «a-legalismo»; no con el deseo de llevar a plenitud la ley, sino de abolirla. Si un extremo es aferrarse a la literalidad de la ley, el otro es no considerar que la haya. Hoy se nos recuerda que no todo da igual; que no da igual lo que hacemos, ni lo que pensamos, ni lo que elegimos. No hay acciones neutras, sino que todas tienen una responsabilidad.

El libro del Eclesiástico nos dice que ante nosotros tenemos dos opciones que tienen sus consecuencias; que hemos de extender la mano y elegir la vida o la muerte. Pero, ¿qué podríamos hacer para no vivir desde el «a-legalismo»? Lo primero no vivir con tal superficialidad que seamos como veletas que solo nos mueven nuestras apetencias. La alternativa sería vivir «en conciencia». Porque existe una ética construida por todos los seres humanos que nos compromete a todos. Pero, además, existe una ética cristiana que emana de los valores que Jesús nos ha dejado.

Si es importante vivir en conciencia, también lo es ser consciente de cómo está formada nuestra conciencia. Porque yo puedo decir que actúo según mis principios, que

pudieran ser tremendamente xenófobos o clasistas. Nosotros deseamos que esa conciencia esté impregnada por los valores y la sensibilidad de Jesús. Para ello necesitamos «fijar los ojos en él». Es como el adolescente que pone un póster en su habitación y contempla a su ídolo deseando ser como él. Necesitamos tratar con Jesús, andar con él para que se nos peguen sus cosas.

Pepe Ruiz Córdoba

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