Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Mientras iban de camino, quedaron limpios

Lc 17, 11-19

DOMINGO XXVIII T.O-C

Ciclo C

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Mientras iban de camino, quedaron limpios

Jesús continua camino de Jerusalén. ¡Siempre en camino! Es el eterno itinerante, el que está en continuo éxodo. Y, claro, se mueve tanto que propicia los encuentros. Decide entrar en terreno delicado, en Samaría y Galilea. No rodea, no rehusa el encuentro, sino que “entra”. Y allí se va a encontrar con diez malditos, diez excluidos, diez necesitados de un gesto de compasión. Son leprosos, enfermos de cuerpo, mente y espíritu. Sus cuerpos los desmorona la enfermedad, pero su ser interior está descompuesto por la marginación y la exclusión. Y el que siempre está en continuo éxodo, y siempre entra para fraternizar, acoge la oración de estos pobre necesitados.

Deben presentarse a la autoridad religiosa para que confirme la curación y los autorice a reincorporarse a la sociedad. De camino se sienten curados. La mayoría sigue; pero sólo uno da media vuelta. Su etiqueta de extranjero samaritano dice que es un personaje poco fiable, pero él se siente sanado y salvado. Su dar la vuelta significa que no sólo su carne está limpia, sino que lo profundo de su corazón ha experimentado un cambio. Se reconoce sanado y salvado “por” y quiere volver a la fuente de la sanación. Sabe que es Jesús, el profeta que encarna la compasión de Dios. Le reconoce como su sanador y su salvador, el que le ha liberado de la lepra externa y la interna. Todo él quiere expresar su reconocimiento, por eso se postra. Se postra y “da gracias”. Su fe le ha salvado; y la salvación le hace vivir una fe alegre y agradecida. Como su carne, su espíritu ya no supura desesperanza, sino que desprende alegría y agradecimiento.

En nuestros ambientes religiosos se habla mucho de “Iglesia en salida”. Y siendo como es Jesús no puede ser de otra forma. Como Jesús, soñamos con una Iglesia, con unas parroquias, con unas asociaciones y movimientos que salgan a los caminos y se hagan itinerantes; que dejen la tierra conocida para ponerse en continuo éxodo. Que acogiendo la fragilidad y el miedo, con la fuerza del Espíritu se pongan a caminar con la gente. Para ello necesitamos vivir “desde dentro”, “desde abajo” y “desde cerca”. Desde dentro porque queremos ser del mundo y amarlo; no deseamos ser diferentes ni apartados, sino conocedores de las semillas de Dios que en él se abrigan. En medio de la masa de la vida más mundana, queremos ser fermento evangélico. Desde abajo porque, como Jesús, queremos ir sin bastón ni alforja, sin poder ni prestigio, con los que tampoco lo tienen, con los que no son acogidos en ningún sitio. Aquellos que son desestimados, queremos que sean nuestro tesoro. Desde cerca porque no los sentimos como fieles, ni sujetos a evangelizar, sino como amigos, como compañeros de camino.

Pero no es posible ser “Iglesia en salida” si antes no has sido “leproso agradecido”. La verdadera experiencia cristiana no está al margen de la fragilidad, sino en ella misma. Al corazón sólo acude la misericordia atraída por el pecado. Sólo el que ha experimentado que en el camino torpe de la vida ha sido curado por la compasión de Dios, dará la vuelta para relacionarse con él de manera diferente. Una cosa es arrodillarse porque así nos lo enseñaron; otra muy diferente “postrarse” ante Dios. Sólo se postra el que se ha sentido visitado por el profeta de la compasión; el que, a pesar de sus podredumbres, ha sido considerado por Jesús. Sólo se postra el que ha experimentado el amor personal y liberador del Señor y le reconoce como la fuente de su salud y salvación. Entonces su vivencia cristiana no será sólo aprendida o heredada, sino personalizada y vivenciada. Su fe en Alguien se convertirá en agradecimiento, en deseos de más relación, en necesidad de compartir lo que lleva dentro estando en el mundo desde dentro, desde abajo y desde cerca.

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