Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Sal fuera

Jn 11, 3-45

DOMINGO V CUARESMA

Ciclo A

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Todos nosotros hemos tenido que acompañar a muchas personas que han perdido a un ser querido; y en otras ocasiones lo han hecho con nosotros que hemos sufrido la pérdida. Y es posible que en la ceremonia religiosa hayan leído el evangelio de este domingo o, al menos, parte de él. El final es «apoteósico»: “Lázaro, sal fuera”; y el muerto salió con los pies y las manos atados. Y mientras tanto, el difunto o la difunta sigue muerto en el féretro que va a ser enterrado o incinerado. A algunos este texto le ayudará a acrecentar la esperanza más allá de la muerte; otros, en cambio, se verán frustrados al comparar la suerte de Lázaro, Marta y María con la suya y la de su familia, que tendrán que volver a casa con uno menos. ¿Es Jesús Vida (con mayúscula)?

Para el cuarto evangelio la «vida eterna» no comienza cuando morimos, sino cuando creemos en Jesús. Él nos ha dado la Vida. Esta expresión tan grandilocuente es la experiencia que habéis tenido muchos de vosotros. Vuestras vidas han transcurrido de una u otra manera, habéis vivido momentos gloriosos o recios, habéis tenido más o menos suerte con el amor, el trabajo o la salud; os habéis equivocado en vuestras decisiones y habéis acertado en otras tantas, algunos deseos se han cumplido y otros se han frustrado. Todo ello, cada una de las etapas de vuestra vida y cada una de las situaciones las habéis vivido con Jesús. Él no ha actuado como un mago que os ha evitado la situación conflictiva e hiriente, pero sí os ha dado un suelo que os ha sostenido en lo que estabais viviendo. Pareciera que os ahogabais pero terminabais haciendo pie. Creíais que os había abandonado pero volvía a resurgir de otra manera diferente. Al tiempo que sentíais como caíais por el abismo lo encontrabais como roca firme. Y no solo os ofrecía un suelo, sino un horizonte al que poder mirar. Después de todo lo vivido seguía habiendo camino, vida y futuro. En vuestra postración, en fe oscura, sentíais cómo os tocaba, os agarraba de la mano, os levantaba y os decía: “Levanta la cabeza que se acerca tu liberación”. Y más allá de los momentos duros, Jesús nos ha ofrecido su compañía continua y nos ha dado una manera de vivir, una forma de mirarnos y de mirar, de estar en este mundo y de sentirlo. ¿Esto no es Vida? Es Vida y Vida en abundancia. Y lo es porque siendo como todos, viviendo lo de todos, llorando y riendo como todos podemos decir con el cantante: “Yendo contigo nada me inquieta, marcho con paz y fuerza. Yendo contigo todo se espera; cada mañana es nueva”.

Y así vamos caminando y lo hacemos con otros. Tocados por la Vida nos cuesta tolerar todo signo de muerte. Nos incomoda todo aquello que entorpece la vida a todos los niveles y en todas las escalas. Y sentimos cómo se nos invita a sembrar vida y a apagar la muerte cercana o lejana: la de la soledad, la del individualismo, la de la falta de sentido, la de violencia doméstica o internacional, la de la injusticia nacional o mundial. No sabemos cómo, pero no dejamos de gritar como Jesús a Lázaro: “Fulanito, sal fuera de tu soledad”; “Menganita, sal fuera de tu angustia”.

Y caminando caminando llegamos a las puertas del “sueño”. Nos sorprenderá de imprevisto o será el final de un camino lleno de limitación o de dolor. Pero desnudos, solo provistos de fe, esperanza y amor nos lanzaremos al abismo; y sin ningún punto de apoyo con confianza humilde nos entregaremos al sueño con la esperanza de la resurrección. Y, al despertar, nos saciaremos de su semblante mientras escucharemos su voz que nos liberará de la mortaja de la muerte y el sudario de la confusión. Y allí veremos claro, no como en un espejo, que es real lo de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde no hay ni llanto, ni luto, ni dolor, sino paz y alegría eternas.

Pepe Ruiz Córdoba

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