Parroquia

La Santísima Trinidad (Málaga)

Homilía del Domingo

Señaladores de Jesús

Jn 1, 29-34

DOMINGO II T.O.

Ciclo A

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HOMILÍA DOMINGO II T.O-A (15 enero 2023) Jn 1, 29-34

En alguna ocasión hemos podido desear tener una máquina del tiempo que nos transportara a alguna época soñada. Imaginaos que pudiéramos estar en el momento en el que se escribió el evangelio de este domingo; y que le pudiéramos preguntar al autor qué quiere expresar, y por qué lo hace de esa manera; o cómo era la comunidad de creyentes a la que escribía o qué circunstancias estaba atravesando. Pero no, no tenemos máquina del tiempo. Sí que podemos acudir a aquellos que nos pueden ayudar a situar el texto en su tiempo y nos acercan a la intencionalidad del que lo escribió. Y resulta ser que se quería resaltar la figura de Jesús, de tal manera que unos lo señalaban como «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» y otros lo iban a seguir. Intentando dejar en su sitio al evangelio sin hacerle decir lo que no dice, nos podemos tomar la libertad de acercarnos a él con respeto y flexibilidad.

Siendo así vamos a centrar nuestra atención en Juan Bautista que «señala». Dicen que señalar es de mala educación, pero nos viene muy bien cuando, entre muchas cosas, queremos encontrar algo. Juan se da cuenta que ese hombre que se acercaba era algo especial y llama la atención sobre él apuntándolo con su dedo. Podríamos decir que todos los cristianos estamos llamados a ser «señaladores», es decir, conforme vamos descubriendo a Jesús hemos de ayudar a otros a que también puedan hacerlo. Es lo que llamamos «primer anuncio», «evangelizar», «catequizar», «acompañar». Y ahora, sabiendo que incurrimos en simplicidad, vamos a dividir a los seguidores de Jesús en tres grupos dependiendo de cómo viven eso del «señalamiento».

En primer lugar estarían los que consideran que su fe no está para muchos señalamientos; que tienen suficiente con creer en el Dios que le enseñaron, con pedirle aquello que les hace falta y, si no se les concediera, intentar creer que en todo está la voluntad de Dios. En el segundo grupo están los que señalan con claridad y precisión. A juzgar por lo que dicen, o por lo que no dicen, su fe es límpida, fuerte, cristalina. Tienen claro quién es Dios, cómo creer en él y dónde señalarlo exactamente. El tercer grupo están los que, quizás, tengan la experiencia de Juan Bautista. Se han embarcado en la aventura de ponerse al servicio de Jesús; de hecho sus vidas no se entienden sin él, se definen siempre en función de él y se llaman: “voz del que clama”, “amigo del novio”. Pero la duda convive con su experiencia de fe. A ellos mismos les cuesta, en ocasiones, encontrar al «Cordero de Dios» porque no siempre tienen el ánimo subido; porque, en ocasiones, la vida de familia se hace dura; porque, el trabajo se hace monótono, conflictivo o inexistente; porque Dios tiene una forma de ser que no hay quien lo entienda; porque… Y en esa selva de hechos, ruidos, emociones y preguntas intuyen que Jesús les pudiera salir al paso; y, por ensayo y error, por tanteo señalan tímidamente al Señor. Su humilde convicción la comparten con otros. No son de los que no señalan, ni de los que señalan sin duda alguna, ni los que señalan condenando a los que miran hacia otro lado. Son los que sugieren a otros por dónde van sus búsquedas.

Pero a los «señaladores» de todos los tiempos le viene muy bien lo que ahora recetan todos los médicos: «andar». En primer lugar, les viene bien «andar en verdad», es decir, mirarse a sí mismo tal y como se es, sin fantasías y descalificaciones; aceptar lo que se ve y dejarse mirar bien por Dios que nos conoces. En segundo lugar, «andar con otros». ¿Alguien ha dicho alguna vez que la vivencia de la fe fuera fácil? Pues, no; y solos es aún más complicado. Necesitamos caminar junto a otros para vivir juntos, orar juntos, compartir juntos, y tener juntos un proyecto. En tercer lugar, «andar con Dios». Este

caminar tiene tiempos específicos donde lo que hacemos es solo estar con él, como Jesús que no se acostaba, o se levantaba temprano y se iba al descampado a orar. Pero como Dios está en todos lados, siempre podemos andar con él, entablar un diálogo sencillo con su Presencia yendo al trabajo, trabajando o estando en el mercado. Sólo el que camina con Dios conoce a Dios. En cuarto lugar, «andar liados». Los «líos» no son las tareas que tenemos que hacer, sino estas vividas con consciencia de misión, de ser enviados a ella. Es discernir a qué líos me apunto, para que no deje de hacer por miedo ni haga demasiado por huir de algo.

Pepe Ruiz Córdoba

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